El debate equivocado de las consultas internas

El debate equivocado de las consultas internas

La discusión sobre este mecanismo no debe centrarse exclusivamente en el costo de su realización, porque es descontextualizado y reduccionista. Las críticas y las propuestas deben enfocarse en el fortalecimiento de los partidos políticos y de la democracia misma.

“… Y el pueblo colombiano se encuentra ante un dilema que tiene que superar: de un lado quienes le dicen que solo por medio de la fuerza se va a definir el destino de la patria y de otro lado los que le dicen que solo puede seguir viviendo dentro de modalidades de democracia restringida. Pues llegó el momento en el cual a través de diversos mecanismos complementarios, uno de los cuales es el de la consulta popular, la democracia colombiana debe dar un paso adelante, cualitativo en su posibilidad de expresión y realización del destino nacional”. Un mes antes de su asesinato, Luis Carlos Galán se pronunciaba así en la Convención Liberal en la que su colectividad aprobó la realización de una consulta interna para elegir el candidato que representaría la bandera roja en los comicios presidenciales del año siguiente. Y aunque no alcanzó a ser uno de los candidatos participantes de esta consulta, el haber logrado que este mecanismo se pusiera en marcha se cuenta entre los aportes más significativos de su legado político, no solo porque permitió entonces la reunificación del Partido Liberal –con el movimiento disidente que lideró: el Nuevo Liberalismo- sino también porque la mostró como una de las acciones más importantes para democratizar las estructuras internas de los partidos políticos.

Hoy, paradójicamente, el debate sobre la pertinencia de hacer consultas internas de las colectividades se revivió por la que unas semanas atrás realizó precisamente el Partido Liberal, para definir su candidato presidencial entre Juan Fernando Cristo y Humberto De La Calle.

La discusión comenzó en los 40.000 millones de pesos que costó la consulta –inicialmente iba a ser de 85.000 millones de pesos- y pocos fueron más allá para elevar la calidad del debate que por casi una semana fue uno de los titulares principales en los medios de comunicación. Las críticas que se escucharon fueron desde la forma de financiar esa consulta, pasaron por el tema del abstencionismo y terminaron, incluso, en el “para qué una consulta interna si gane el que gane, ninguno de los dos tiene opciones de ganar la presidencia”.

Para Felipe Botero, profesor del departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes y codirector de Congreso Visible, la forma en la que se dio el debate es equivocada y es el lugar común cada vez que hay un ejercicio de este estilo, porque la discusión se reduce a todo lo que cuesta hacer una actividad democrática. “Esa es una forma equivocada de pensar los problemas porque desconoce para qué son y cuál es el fin último de estos ejercicios. Para un partido hacer una consulta es un mecanismo de fortalecimiento interno y de ejercicio democrático. Cuando se hizo la Constitución del 91 se dispuso que todo en Colombia debía ser democrático salvo los partidos. Es un poco contradictoria esa discusión de desperdicio frente a un ejercicio que puede serle útil al partido”. No obstante, Botero también cree que hay problemas con el Partido Liberal como partido y la forma en la que hicieron la consulta, “pero demeritarlo solamente con un mal argumento economicista es un problema”. Y agrega que en Colombia siempre hay esa discusión sobre costos sin entender muy bien si eso es mucho o poco, y se olvida que tener un Estado y que ese Estado funcione vale plata. No se puede pretender tener los servicios de un Estado, por ejemplo la democracia y el ejercicio de elecciones, sin esperar que eso no cueste.

Juan Carlos Rodríguez, profesor de Ciencia Política y codirector del Observatorio de la Democracia de la Universidad de los Andes, coincide en esta opinión, pero va más allá y asegura que los argumentos que se han dado en este debate “no son más que demagogia simple y que lo que se busca es llamar la atención sobe una cifra, pero se olvida que las consultas tienen como fin democratizar esas estructuras internas de los partidos políticos, además, en un momento clave donde la confianza en estas instituciones es muy baja; solo uno de cada 10 colombianos confía en ellos. El Partido Liberal hizo lo que tenía que hacer”.

En esa debilidad de los partidos también hace énfasis Yann Basset, director del Observatorio de Procesos Electorales de la Universidad del Rosario y profesor de la misma institución, y llama la atención sobre el tema cultural, toda vez que si se revisa el costo de las primarias en  Estados Unidos, por ejemplo, las críticas son muy pocas al respecto porque hay un sistema regular de consultas internas para definir los candidatos de los partidos. Entonces, “el problema fundamental no es el costo. Pero el hecho de que nos centremos en él, en Colombia, muestra que este mecanismo no es muy habitual en nuestra cultura y que está relacionado con las debilidades de los partidos políticos, no tanto por los partidos mismos, sino por la cultura ciudadana que hace que las cosas se vean como exóticas, como innecesarias, que cuestan demasiado, pero olvidamos que son fundamentales si queremos mantener los partidos políticos que son un elemento clave en los sistemas democráticos”.

Otras de las críticas que se escucharon es que es un precio muy alto el que hay que pagar cuando son muy pocos los que van a las urnas. Para los analistas este también es un argumento que se cae de su propio peso. “Si en eso vamos a centrar la discusión, entonces no debemos hacer ningún tipo de elecciones y el próximo presidente elegirlo por encuestas vía internet; así nos ahorramos los costos del proceso electoral y que la gente que quiera vote a través de su celular”, sostiene Rodríguez. 

El problema fundamental de este mecanismo tampoco es la participación, insiste Basset. “Una consulta interna para definir un candidato concierne a sus militantes, a la gente cercana a este o a los candidatos que están en la contienda; no le interesa necesariamente a todo el electorado. Juzgar el éxito de una consulta por su nivel de participación es totalmente incoherente. Obviamente es un indicador interesante porque habla de la capacidad del partido a movilizar el electorado, pero nos muestra solo las dimensiones internas del mismo partido y es algo muy distinto a la capacidad del partido de recoger votos en la elección ordinaria; de hecho la una no predice la otra, por eso no hay que centrarse en esto”.

El fortalecimiento es clave

Si algo dejó claro la reciente consulta interna liberal y las críticas que recibió es la necesidad de fortalecer este tipo de mecanismos democráticos y electorales. Para Botero una manera de hacerlo es que haya una jornada de consultas internas de los partidos obligatoria. “La ponemos como una elección más y se mueve todo el aparataje, porque poner los puestos de votación para un partido o para diez es exactamente igual en términos de costo. Además cuando la consulta es solo de un partido hay mucha desinformación y mucho desinterés. En cambio, cuando todos tienen que hacerlo, todos los partidos se van a movilizar y van a movilizar a la ciudadanía. Entonces puede ser una jornada electoral que contribuya a que las personas se acerquen un poco más a la política y puede que reduzca la abstención”.

El codirector del Observatorio de la Democracia coincide en esta propuesta y agrega que así serían aún más transparentes y legítimas porque “cuando se trata de un solo partido se corre el riesgo de que electores de otra colectividad interfieran en el resultado, por ejemplo, votando por el candidato más débil para dejar por fuera de la contienda a quien puede representar una fuerte competencia para el candidato del propio partido. En cambio, si todos los partidos deben ir a la consulta, sus electores se concentrarán en elegir el candidato de su propio partido y no en interferir en el proceso de las otras colectividades”.

Basset también insiste en que la cuestión es de práctica y de tiempo, pues en la medida en que los partidos le apuesten a este mecanismo, se fortalecerá. Además llama la atención sobre otros aspectos tales como que en Colombia hay mecanismos para evitar las consultas, como la candidatura por firmas, entonces evidentemente no hay incentivos para que haya consulta y en eso hay que trabajar. “Creo que también hay manera de reducir los costos. Parte del problema es que la legislación y la organización de las consultas han sido implementadas en una época del bipartidismo en que los dos partidos representaban efectivamente a la mitad del electorado y, por lo tanto, la consulta moviliza a la Registraduría sobre la base de una organización que es una elección ordinaria y el costo es muy alto. Así, que en un contexto multipartidista y con una militancia política mucho más débil,  estamos en mora de pensar un modelo de organización de consultas que responda a este y que sea menos costoso”.

A eso se deben sumar iniciativas para fortalecer los partidos políticos porque, como explica Botero, “Al mismo tiempo que decimos que es el colmo que el Partido Liberal despilfarre 40.000 millones de pesos, estamos hablando de que vamos a votar por el que ponga Uribe en una elección. Entonces, qué dice eso en términos de los partidos mismos; qué modelo de partido es el que preferimos: ¿un partido en el que una persona toma las decisiones o uno en el que las decisiones son discutidas y consultadas con sus miembros? Aquí es más fácil decir ‘están despilfarrando los recursos’, por lo tanto es preferible la alternativa de cederle esa decisión a una sola persona”.

Basset agrega que ese fortalecimiento definitivamente es importante porque los partidos siguen siendo indispensables para dar orden a la vida política y para facilitar la representación, pero no son exactamente lo que eran antes. “Parte del problema que tenemos en Colombia es que nuestro desafecto por los partidos tiene que ver en parte con el hecho de que esperamos todavía demasiado de ellos. Pensamos en ellos aún sobre la vieja imagen, el viejo modelo, que tiene que ser muy vertical ideológicamente, que tienen que tener una doctrina absolutamente clara y que tienen que actuar de cara a esa doctrina. Entonces evidentemente el desfase con la realidad es tal que terminamos decepcionados, pero esa decepción se debe tanto a una realidad que no corresponde a las expectativas, como a unas expectativas demasiado altas”, por lo que ajustar las expectativas y entender que ya no existen los partidos de masas de los años 60, sino que los partidos de hoy son organizaciones mucho más informales, mucho más flexibles, tanto a nivel de los principios como de las estrategias y de la forma de actuar, permitirá, en gran medida, que sigan siendo protagonistas en el mantenimiento de la democracia.

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