Voto en blanco, blanco del debate

Voto en blanco, blanco del debate

Aunque el voto en blanco no tendría ningún efecto político en el resultado de segunda vuelta de la elección presidencial se ha convertido en un tema coyuntural de las semanas previas a la elección definitiva. Cómo entender al votante en blanco colombiano y cuál es su perfil.

Una vez se conocieron los resultados de la primera vuelta de la elección presidencial, uno de los puntos en los que se ha centrado el debate electoral de estas semanas previas a la segunda vuelta es el voto en blanco, toda vez que un gran número de votantes, considerados de centro, no parecen encontrar un candidato con el que se identifiquen entre los dos que definirán al titular de la Casa de Nariño este domingo 17 de junio.

En Colombia, como una excepción entre los países de la región e incluso en comparación con algunos de los sistemas democráticos europeos, al voto en blanco se le reconoce validez y sí tiene efectos políticos. Es decir, en países como México, Ecuador y Francia el voto en blanco se suma a la cantidad de votos nulos -incluso se cuenta entre los abstencionistas en algunos casos-, y en países como Bolivia, Chile y Costa Rica los votos en blanco solo se computan con fines estadísticos, pero no afectan la determinación de los candidatos electos.

En Colombia, por el contrario, no solo el voto en blanco aparece como una opción para marcar en el tarjetón –en los países mencionados los tarjetones no marcados son los que se consideran voto en blanco-, por lo tanto se cuenta entre los votos válidos, afecta la forma de determinar el umbral electoral y en caso de que en cualquier elección este voto obtenga una mayoría absoluta, se deben repetir las elecciones, y si se trata de elecciones uninominales, como es el caso de las presidenciales, no pueden presentarse los mismos candidatos a esos nuevos comicios. No obstante, esa particularidad de la norma no aplica para la segunda vuelta electoral, por lo que el efecto político del voto en blanco para esta instancia es formalmente ninguno.

Esa particularidad del contexto colombiano y las características similares del valor del voto en blanco en los demás países hace que sea un tema poco estudiado porque fundamentalmente no existe como fenómeno político y por lo tanto es muy poco lo que sobre él se investiga.

¿Pero por qué el voto en blanco se convirtió en uno de los puntos álgidos del debate electoral para la elección de este próximo domingo cuando, como se dijo antes, independientemente del resultado que obtenga no tendrá ningún efecto político en la elección presidencial?

Miguel García, codirector del Observatorio de la Democracia de la Universidad de los Andes, aclara que lo primero que se debe tener en cuenta a la hora de analizar el voto en blanco son dos escenarios existentes: el voto en blanco desde una perspectiva general como fenómeno que aparece en cada proceso electoral y el voto en blanco como fenómeno coyuntural asociado a lo que está pasando en este momento.

Como fenómeno general

En este escenario lo primero que hay que tener claro es que el votante en blanco es muy diferente al abstencionista. “El abstencionista es un no votante, mientras que el votante en blanco sí lo es. En tanto votante, el votante en blanco es una persona que tiene de entrada una serie de recursos en términos de escolaridad, cognitivos e informacionales que le ayudan a entender la política y a tomar algún tipo de decisión”, explica García. De hecho el voto en blanco es una decisión que requiere cierto nivel de sofisticación –conocimiento político-, en tanto la persona no está eligiendo una cara, un individuo que tiene un carisma, unas propuestas, sino que está básicamente diciendo que ninguno de los individuos, independientemente de sus propuestas y su carisma, es aceptable o es viable desde su punto de vista, y no lo representa. “Entonces –agrega García- prefiere depositar un voto y no abstenerse, pero ese voto supone un apoyo al sistema pero no a un candidato”.

En este sentido, el votante en blanco es una persona que ha desarrollado el hábito de votar, pero tiene poco interés en la política. Es decir, a medida que aumenta el interés y la satisfacción con la democracia el votante en blanco es una persona más crítica del sistema y es menos probable que vote en blanco. Así mismo y de acuerdo con Miguel García, “las personas que suelen votar en blanco ideológicamente están más cerca de la izquierda, tienen menos afinidades con un partido político y algunos de ellos son votantes esporádicos”.

La coyuntura de 2018

Ahora bien, el análisis del voto en blanco en esta elección presidencial se articula en un contexto distinto. “Es el contexto –dice García– de un sistema político en transformación y de unas elecciones en donde se da un fenómeno bien particular y es que hay tres polos de atracción: un polo de derecha, representado por Iván Duque; un polo de izquierda, representado por Gustavo Petro, y una opción de centro, representada por Sergio Fajardo”, en esta última es donde se va a concentrar buena parte del votante en blanco.

En este escenario lo primero que hay que tener en cuenta es que, como se dijo anteriormente, quienes optan por el voto en blanco son votantes, en otras palabras, los votantes en blanco ya votaron en primera vuelta y esta no es una opción que va a aparecer entre personas que se abstuvieron de votar en la elección de mayo.

De acuerdo con el codirector del Observatorio de la Democracia, “este grupo de votantes son personas que están más cercanas a candidatos como Humberto De La Calle o Sergio Fajardo, que al existir este fenómeno de tres polos de atracción y al quedarse huérfanos de su polo de atracción, se tiene que algunos de ellos, por naturaleza, van a estar más cerca a la izquierda y otros a la derecha, y eso los va a ir moviendo más naturalmente hacia el candidato de izquierda y de derecha, respectivamente. Pero hay un grupo grande de esos votantes que está igualmente distante de esos dos polos que quedaron vivos”.

Así las cosas, en tanto no haya nada que los seduzca de uno u otro lado, la distancia que tienen probablemente los hace quedarse quietos. Y si a eso se suman los mensajes de los miembros de la Coalición Colombia y, particularmente, del líder de ese polo de atracción que es Sergio Fajardo y de otra cabeza visible como es Jorge Enrique Robledo, por ejemplo, es muy probable que estos votantes no necesariamente tengan la posición crítica frente al sistema –que es lo que en una perspectiva general significa el voto en blanco- sino que, “es que esa posición crítica y la insatisfacción no se manifiestan frente al sistema ni a la democracia sino que en este caso lo explicitan directamente frente a los dos candidatos que en esta coyuntura específica quedan vivos”, explica García y agrega que eventualmente no toman ninguna decisión, porque finalmente están ponderando una y otra opción como equivalentes, toda vez que, en su concepto, cada una les ofrece efectos de la misma magnitud. Y si a eso se suma una señal que emite una élite (Fajardo, Robledo, De La Calle), son estas dos condiciones lo que eventualmente están motivando el voto en blanco a nivel individual y en esa medida puede ser un fenómeno importante, porque este tercer polo de atracción, que no pasó a segunda vuelta, obtuvo en la primera una votación muy grande (más de cuatro millones votos).

Es precisamente ese número de votos obtenidos en mayo lo que hace de esta coyuntura algo inédito, frente a otras situaciones en elecciones presidenciales, en donde, si bien es cierto que se han tenido niveles relativamente importantes de voto en blanco (4% o 5%), en esta elección el número va a ser mucho mayor porque “el polo que quedó fuera de la segunda vuelta obtuvo una votación significativa y dentro de ese universo de cuatro millones de personas si bien hay gente inclinada a la derecha y a la izquierda, un grupo importante de este grupo se siente insatisfecho con cualquiera de los dos candidatos y ahí es donde se manifiesta esa crítica, no a la democracia, sino la insatisfacción y crítica a los dos candidatos”, insiste Miguel García.

Otros caminos

Ahora bien, los votantes de ese polo que se quedó por fuera de la segunda vuelta también pueden tomar otros caminos en la elección del domingo. Además de votar en blanco y no decidir por ninguno de los dos candidatos, pueden optar por la inacción pura y no aparecer en las urnas, entre otras cosas, “porque –dice García- no es una elección muy cerrada, ya que la ventaja que tomó Duque es importante y lo que están mostrando las encuestas está reforzando esa ventaja”. En otras palabras, tanto el votante que eventualmente se inclina por Duque pero que no votó por él en primera vuelta, y el votante que se inclina por Petro pero que tampoco votó por él en la primera vuelta puede sentir que su voto no hace ninguna diferencia.

Y si a eso se suma que hay un grueso de votantes que no le gusta ninguno de los candidatos, que piensa que prácticamente se sabe quién va a ganar y que se empieza a cuestionar “¿Para qué me tomo el trabajo de ir a votar en blanco?”, la opción de la inacción pura puede ganar adeptos y eventualmente elevar el abstencionismo en la elección del domingo. “Además porque ha habido toda una discusión sobre el voto en blanco en estas semanas y una suerte de estigmatización de este votante, lo que puede generar inacción: ‘no digo nada y me retiro’”, agrega Miguel García.

En consecuencia y de acuerdo con el codirector del Observatorio de la Democracia, es muy probable que el nivel de participación en la elección que viene sea similar o incluso un poco menor al de la primera vuelta – la elección de mayo tuvo una votación inédita y probablemente había mucho en juego porque los candidatos con opciones estaban relativamente cerca y eso eventualmente movió gente-, pero “no creo que se remonten mucho más los niveles de participación de primera vuelta, entre otras cosas, porque puede haber gente que simplemente diga ‘para qué votar’”, asegura.

Quitarle votos al blanco

La primera vuelta presidencial también planteó como gran desafío la conquista de los votantes de centro que se quedaron “huérfanos” para la segunda vuelta y así evitar que opten por el voto en blanco. Tal vez el evento de campaña más significativo de esta opción no vino directamente de los candidatos, sino que respondió a la estrategia que muchos le pedían a partidos como el Verde y era el de moderar a los candidatos y llevarlos hacia al centro. Así lo hizo Antanas Mockus –que en las elecciones legislativas obtuvo 800.000 votos-, obligó a Gustavo Petro a comprometer públicamente su palabra, y esa votación importante de marzo puede hacer que su adhesión a la campaña de Petro pueda mover a algunos votantes de centro hacia allí. De acuerdo con Miguel García, “esta adhesión puede mover a la gente del centro. Es un mensaje que mueve a los que tienen cierto conflicto y que no les gusta Uribe; no les gusta el proyecto de Uribe en cabeza de Iván Duque, pero que les llama la atención el proyecto de Petro, pero no les gusta Petro y el temor de que él haga lo que quiera. Eventualmente este mensaje les habla a esas personas y eso los puede mover, pero el impacto que tenga solo se sabrá el día de las elecciones”, porque ya no se revelan encuestas y no se sabe si esto se traduce en que aumente el porcentaje de favorabilidad de intención de voto a favor de Petro”.

García también considera que este acto de campaña puede tener un efecto mayor con el anuncio  que hizo Sergio Fajardo de que estaba de vacaciones en medio de la campaña, lo que probablemente puede restarle peso a la decisión de Fajardo de votar en blanco, “porque muchos han hablado del voto en blanco como una posición activa, casi que siguen en campaña, pero él dejó claro que su campaña terminó el día de la primera vuelta”, explica. Ahora bien, el codirector del Observatorio de la Democracia también resalta que si bien el acto de campaña de Mockus y Petro puede mover a algunos votantes de centro a la izquierda, no se debe olvidar que puede no tener efecto en muchos otros votantes porque “este es un país en el que hay muchos elementos para que el ciudadano del común considere que nadie cumple la palabra. Un ejemplo claro de esto es lo que pasó con Juan Manuel Santos en 2010 y su promesa de no subir impuestos. Así que es una situación paradójica porque a la gente que no le gusta Duque quiere que él no cumpla su palabra, y a los que no les gusta Duque y no les gusta tanto Petro, pero se inclinan por este último necesitan tener seguridad de que Petro va a cumplir la palabra”.

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