La fuerza que mostró la izquierda en la más reciente elección presidencial, la manera en que Iván Duque haga frente a los desafíos que tendrá en su cuatrienio y el papel de la oposición serán definitivos en la próxima elección presidencial y en una nueva oportunidad para la izquierda de llegar a la Casa de Nariño.
“Nosotros estamos convencidos de que han cambiado muchas cosas en Colombia. De que se ha abierto el espacio y la convicción de la inmensa mayoría de los colombianos, de que la única alternativa y la única salida es la salida política, y que la salida política al conflicto armado pasa por el dialogo entre el gobierno y la insurgencia, toda ella en su conjunto, y la interlocución también válida de la sociedad civil para encontrar caminos de reconciliación”. A finales de la década de los ochenta y en medio de la campaña para la elección presidencial de 1990, Bernardo Jaramillo Ossa, candidato de la Unión Patriótica (UP), creía, como muchos militantes de su movimiento, que el espectro político del país se estaba ampliando y que se abría la posibilidad de que la izquierda llegara a la Casa de Nariño. Así por lo menos lo manifestó en su discurso de febrero de 1989, en Ibagué.
Pero los acontecimientos anteriores y posteriores a esa alocución dejaron en claro que el país seguía y seguiría por varias décadas dando pasos en el mismo espacio político conservador, cercano a ideologías de derecha, que a lo largo de su historia habían sido características y, sobre todo, que el miedo a todo lo que tuviera tenues o fuertes rasgos de izquierda estaba más presente que nunca. Los asesinatos de Jaime Pardo Leal, de Luis Carlos Galán, del propio Jaramillo Ossa y de Carlos Pizarro, así como el exterminio de la UP, dejaron eso en claro.
Por eso, la más reciente elección presidencial fue de varias maneras diferente y rompió esa cotidianidad histórica. Se dio en medio de un contexto caracterizado por un Acuerdo de Paz firmado -con una lenta implementación– por el gobierno de Juan Manuel Santos con las FARC, la guerrilla más antigua del mundo. Un acuerdo con fuertes apoyos y fuertes detractores. Con un candidato fuerte de izquierda como Gustavo Petro, que al obtener casi cinco millones de votos, en la primera vuelta, y ocho millones, en la elección definitiva, se convirtió en el candidato de la izquierda más votado en la historia de Colombia. Con un candidato uribista que era desconocido por casi todo el país, un año antes de ser elegido presidente. Con otro fuerte candidato como Sergio Fajardo, que aunque se identificaba con el centro, fue asociado por muchos, como más cercano a la izquierda que a la derecha. A eso se sumó que los tres candidatos con más opciones para llegar a la Casa de Nariño tenían como fórmula vicepresidencial a una mujer y que, por primera vez, la segunda vuelta se la disputaban la izquierda y la derecha.
Fue una campaña y disputa electoral diferente, tanto que las palabras de Jaramillo Ossa podrían repetirse para describirla: “Han cambiado muchas cosas en Colombia (…) se ha abierto el espacio”. Pero el resultado fue lo único que no cambió. Iván Duque ganó y quienes se angustiaron con las palabras comunismo, castrochavismo, expropiación, populismo, volvieron a respirar tranquilos.
No obstante, la fuerza que mostró la izquierda en esta elección dejó en el aire varios cuestionamientos, tales como si el país está buscando nuevas alternativas para solucionar los problemas tradicionales de corrupción, pobreza, desigualdad, violencia, etc. Pero realmente, ¿Qué tan posible es que en 2022 Colombia gire a la izquierda y que el gobierno de Iván Duque sea prácticamente la última oportunidad para que las fuerzas políticas tradicionales del país convenzan al electorado de seguir la misma hoja de ruta para solucionar todas estas problemáticas sin echar mano de cambios tan radicales? ¿Es realmente el gobierno de Iván Duque un punto de inflexión?
Yann Basset, director del Observatorio de Procesos Electorales de la Universidad del Rosario, cree que es perfectamente posible que Colombia gire a la izquierda con o sin un eventual fracaso del gobierno Duque. “Colombia es de los pocos países de América Latina que nunca tuvo gobierno de izquierda. No hay razones para que eso no pase en algún momento, sobre todo ahora que no está la guerrilla que tradicionalmente ha contribuido a deslegitimar cualquier opción de izquierda en el país”.
El director del departamento de Ciencia Política de la Universidad Javeriana, Andrés Dávila Ladrón de Guevara, coincide con este planteamiento y llama la atención respecto a que la sociedad colombiana está dividida en torno a la negociación y el acuerdo de paz con las FARC. Lo que se vio en las elecciones presidenciales fue un escenario político fragmentado entre múltiples sectores: derecha, centro e izquierda, con un predominio al final absolutamente predecible. “Colombia es de centro centro derecha (así como está escrito), pero el tema de la paz divide y, si quieren, polariza. Ahora, eso no quita que, eventualmente, en 2022 gane una coalición de centro izquierda, si el gobierno de Duque lo hace muy mal. Pero es muy factible, también, que se decante una opción de centro sin la tibieza infinita de Fajardo”.
Dávila agrega que el gobierno de Duque enfrentará, seguramente, problemas de gobernabilidad importantes puesto que “a diferencia de lo que el Centro Democrático ha querido mostrar en la reglamentación de la JEP, sus mayorías son precarias y requieren configurarse. Y, finalmente, tendrá una oposición fuerte, movilizada, ruidosa. Pero también muy fragmentada”.
Víctor Mijares, profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Los Andes, agrega que sin duda el gobierno de Iván Duque tiene retos que bien podrían superar su capacidad de maniobra política en el Congreso y que lo enfrentan a demandas difíciles de cumplir en cuatro años. Esta última condición es importante, pues se vuelve a la no reelección, caracterizada por presidentes que pueden ser decididos, pero que al tiempo no cuentan con el tiempo para planes de gobierno demasiado ambiciosos. “En efecto, la izquierda tendrá una oportunidad en 2022, pero no es automática. El éxito o no de Duque no será evaluado objetivamente por todo el electorado (una muestra es el caso Santos), por lo que resultaría difícil construir una mayoría a partir de dicha evaluación”.
Otro factor a considerar, de acuerdo con Mijares, es la unidad de las fuerzas de izquierda. “¿Quién las encabezará? ¿Hay un plan coherente y disciplinado? ¿Si no se logra una coalición de izquierda, podrá un único partido o movimiento (Polo Democrático, Colombia Humana, FARC) catapultar a su fórmula presidencial?”. Así, el éxito potencial de la izquierda no dependerá solo del desempeño de la derecha, sino también de su propia capacidad para convertirse en opción ganadora.
Pero, ¿Por qué Colombia giraría a la izquierda ahora, cuando nunca en su historia lo ha hecho y cuando no lo hizo en el momento en que los gobiernos de esa tendencia ideológica estaban en furor en Suramérica (Brasil, Uruguay, Venezuela, Chile, Bolivia, Argentina, Ecuador)?
La única razón para ello, explica Dávila, es que históricamente el país va a contramano de la región: cuando los países eligieron gobiernos y regímenes radicales, Colombia optó por un orden centralista, conservador y confesional en 1886. “Mientras los demás países se fueron al populismo y las dictaduras, nosotros evitamos el populismo, con magras experiencias del rojaspinillismo. Tuvimos una corta dictablanda y fuimos democráticamente limitados, sin dictaduras militares ni hiperinflación. Cuando llegaron los neopopulismos y luego de la experiencia peruana, optamos por un semipopulismo de derecha, el de Uribe, lleno de controles constitucionales, salvo para una reelección”.
El director del departamento de Ciencia Política de la Universidad Javeriana agrega que este país es tan de derecha que “a Fajardo, Claudia López y Jorge Enrique Robledo les decían coalición de izquierda, lo cual es claramente un despropósito”.
Yann Basset, por su parte, añade que el desprestigio que le causaron las guerrillas como las FARC y el ELN a la izquierda sumó motivos para que esta no llegara al poder. El país no eligió una opción de esta ala política en la época que lo hicieron muchos países de la región “porque Colombia estaba con un conflicto armado que socavaba las posibilidades de la izquierda democrática. Terminado el conflicto (por lo menos en las modalidades que conocimos), la izquierda ya no tiene este obstáculo. Claramente no le alcanza ahora, pero si logra aprovechar su papel en la oposición para crecer, podría ganar en 4 años”.
Pero el camino de la izquierda a la presidencia no es fácil, mucho menos si lo que busca es más que un protagonismo de cuatro años y abrir las puertas para que más gobiernos de esa ideología política lleguen a la Casa de Nariño.
De acuerdo con Víctor Mijares, “la historia señala dos caminos: moderación o revolución. El camino de la moderación lleva a la adopción de criterios que pueden ser opuestos a los que han inspirado sus propuestas”. Por ejemplo, el respeto estricto a la propiedad privada, la construcción de consensos parlamentarios con sectores de derecha y la continuidad en política exterior podría darle margen de maniobra en las agendas sociales. Uruguay y Chile son los ejemplos más claros. “La otra vía, la revolucionaria, es la más compleja y costosa, en tanto supone cambios radicales, incluso en el texto constitucional, para lograr la continuidad”. Los ejemplos son Venezuela y Nicaragua.
Por lo tanto, explica, las experiencias en la región, y las previsibles resistencias nacionales, “indican que una decidida y rápida aproximación al centro es la mejor estrategia para la izquierda colombiana”.
En otras palabras y de acuerdo con Yann Basset, “si la izquierda llega al poder y quiere consolidarse como una alternativa duradera, tendrá que demostrar no solo que puede gobernar a favor de los desfavorecidos -que constituyen su electorado-, sino además, que es capaz de gobernar seriamente respetando las instituciones, levantando así los temores de los sectores que ven en ella una amenaza para la institucionalidad”.
La llegada del primer gobierno de izquierda de Colombia y su éxito dependerá entonces de la buena o mala gestión de Duque; de la consistencia y vigencia que logre la oposición en este periodo presidencial; de los líderes que se consoliden en la izquierda; de la fuerza con la que llegue el uribismo al 2022 y de que las propuestas de izquierda para la elección de ese año estén caracterizadas por la moderación y alejadas de los populismos y de los visos dictatoriales, así como distantes del irrespeto a la institucionalidad que han mostrado los gobiernos de izquierda más radicales de la región.
En contexto:
Algunos datos del Barómetro de las Américas 2016, realizado por el Observatorio de la Democracia, permiten entender mejor cómo se mueven en el espectro ideológico izquierda-derecha los colombianos:
Gráfica 1:
Entre 2004 y 2012, los colombianos se ubicaron en el espectro ideológico en una posición más de centro derecha, y a partir de 2013, esa identificación ideológica se ha movido más hacia el centro, pero aún no se mueve de manera importante hacia la centro izquierda o izquierda.
Gráfica 2:
Históricamente quienes más satisfechos están con la democracia en Colombia son las personas que se identifican con una ideología de derecha; quienes menos lo están son las personas que se identifican con una ideología de izquierda. Sin embargo, el desencanto con esta forma de gobierno, a partir de 2013, es significativo tanto en los de derecha, los de izquierda y los de centro, con una caída de 21 puntos porcentuales, en promedio, entre 2012 y 2016