Sobre mentiras, demagogos y legitimidad

Sobre mentiras, demagogos y legitimidad

El demagogo es auténtico y gana validez ante muchos ciudadanos porque antagoniza con ‘los poderosos’.

Por: Miguel García Sánchez*

Aunque los políticos siempre han hecho uso de frases mentirosas: ‘eso fue a mis espaldas’ o ‘yo no tuve relaciones sexuales con esa mujer’, el ascenso al poder de figuras como Donald Trump (EE. UU.), Jair Bolsonaro (Brasil) o Viktor Orbán (Hungría) ha llevado el uso cotidiano de afirmaciones alejadas de la realidad a una dimensión probablemente nunca antes vista. Un artículo reciente del ‘Washington Post’ estableció que Donald Trump ha hecho 10.111 anuncios falsos en los pocos más de 800 días que lleva en el poder. Adicionalmente, muchas de las afirmaciones promulgadas por personajes como el presidente estadounidense o por Viktor Orbán son de conocimiento común, es decir, cualquier ciudadano puede notar que son falsas. ¿Quiere decir esto entonces que estamos ante una nueva clase de líderes políticos extremadamente desvergonzados o que vivimos un fenómeno de estupidez colectiva? No, según un artículo reciente de tres sociólogos estadounidenses, los ciudadanos apoyan a los nuevos demagogos porque estos, a pesar de difundir falsedades a diestra y siniestra, logran posicionarse como figuras auténticas.

SegúnHahl, Kim y Sivan, autores del mencionado estudiolos políticos que usan mentiras de conocimiento común logran formar su imagen de autenticidad ante sectores importantes de la ciudadanía cuando se da lo que podríamos llamar una crisis de las normas sociales. Esta crisis consiste en un desciframiento de dichas normas como una imposición, no como una opción de la comunidad política. Aquí, el demagogo mentiroso es el vocero de unos ciudadanos que ven las reglas de juego sociales como un instrumento de control. No importa que el demagogo mienta, pues está tratando de liberar a los ciudadanos de la opresión de las normas sociales. Según los autores del estudio, esta crisis se presenta cuando se abre una brecha entre las normas públicas y las creencias privadas. Por ejemplo, cuando la legislación sobre igualdad de género no coincide con las creencias de la mayoría sobre el papel de las mujeres en el mercado laboral o en la familia.

La pregunta en este punto es entonces ¿qué circunstancias políticas favorecen la aparición de esta brecha? La respuesta de Hahl, Kim y Sivan se enfoca en una segunda crisis, esta vez de legitimidad; es decir, en una pérdida de credibilidad de los ciudadanos en las instituciones públicas y en los agentes políticos. A esta situación se puede llegar cuando los ciudadanos perciben a los políticos como promotores de intereses particulares y no del interés público. El demagogo es auténtico y gana validez ante muchos ciudadanos porque antagoniza con ‘los poderosos’, como lo hizo Chávez en su momento. Quienes buscan un cambio por la vía institucional son vistos como cómplices de esos ‘poderosos’, son ‘los tibios’. Un segundo camino hacia la crisis de legitimidad aparece cuando grupos tradicionalmente marginados o excluidos (mujeres, afros, homosexuales, etc.) son reconocidos políticamente. Esto haría que quienes tradicionalmente ocuparon posiciones sociales privilegiadas (los hombres, los blancos, los católicos, etc.) sientan una pérdida relativa de estatus y poder. Para estos privilegiados, la institucionalidad se devalúa y pierde legitimidad, pues creen que de manera injusta está fortaleciendo un grupo emergente que no “tiene derecho” o “no merece” tener reconocimiento. Este escenario es típico de situaciones de posconflicto en las que entra en la competencia política un nuevo grupo político. Ya lo vimos cuando las concesiones hechas por el Estado colombiano a las Farc, en el marco del acuerdo de paz, fueron vistas por algunos como “una entrega del país a los terroristas”.

Dado que cualquier predicción sobre la llegada al poder en Colombia de un demagogo mentiroso tipo Trump resulta arriesgada, en especial debido a que hay que partir por identificar los posibles candidatos entre la fauna política nacional, la pregunta que vale la pena formular es si enfrentamos algunos de los escenarios que favorecen la emergencia de estos liderazgos. A partir de los datos de opinión pública del Observatorio de la Democracia podemos identificar algunas pistas que apuntan claramente a una crisis de legitimidad. La primera tiene que ver con la caída de los indicadores de confianza en las tres ramas del poder público, los cuales se ubican en el nivel más bajo en 15 años. En segundo lugar, el nivel de apoyo al sistema político y de tolerancia por la oposición también ha disminuido en los últimos años. Esto significa que la posible crisis no es solo de confianza en las instituciones sino también de credibilidad en algunos principios democráticos. Finalmente, para la mayoría de los colombianos, esto sí se ha mantenido constante; los políticos no representan a “gente como uno”. Estos indicios sugieren que el terreno para el uso político de la mentira está planteado. Eso lo tenían bien claro los estrategas de la campaña por el ‘no’ en el plebiscito de 2016.

*Este texto de nuestro codirector fue publicado originalmente en el diario El Tiempo el 8 de mayo de 2019, en la sección de opinión: https://bit.ly/2DUgrJa

**Imagen: Univisión

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